Casa, hijos, oficina...La mujer intenta adaptarse al mundo profesional, aunque éste no se moldea a sus necesidades. El trabajo se puede convertir en fuente de malestar si se le hace difícil compatibilizar la vida familiar y laboral, un problema provocado por presiones externas, internas o psicológicas. Pero también enriquece y es saludable porque permite a la mujer afirmar su identidad femenina, encontrándose mejor consigo misma y con su familia.
El trabajo fuera del hogar ha sido, en el último siglo, la gran conquista de la mujer. En dos generaciones ha cambiado, tras muchos años de historia, el mapa vital de nuestras abuelas. El Día de la Mujer Trabajadora, que celebramos cada 8 de marzo en memoria de 140 mujeres que murieron abrasadas en un taller de Nueva York, conmemora una fecha emblemática. Las mujeres siempre han trabajado, ya sea educando a sus hijos, cuidando de su familia u organizando el hogar. Desde hace tiempo, además, han salido de casa, ganando en independencia y libertad, y reparten sus energías en actividades remuneradas fuera del ámbito doméstico.
El trabajo es saludable para la mujer igual que lo es para el hombre y representa la conquista de esa autonomía personal, que entre otras cosas otorga la independencia económica. PRESIONES EXTERNAS Aunque no hay vuelta atrás, sería conveniente revisar sobre el lugar que ocupa el empleo en nuestras vidas. Según lo que represente, puede enriquecer y ser saludable. Pero, a veces, se puede convertir en fuente de malestar. Esto sucede cuando a la mujer se le hace difícil compatibilizar la vida familiar y laboral, problema provocado por presiones externas (que se derivan de nuestro contexto cultural y social), y otras internas y psicológicas (que guardan relación con la historia emocional de cada una) y pueden llevarla a sentirse desvalorizada o a no conseguir el trabajo que quiere. Las primeras presiones se producen porque, si bien la mujer se ha adaptado a la organización del trabajo, éste no se ha moldeado a las características de la mujer. El permiso por maternidad ha sido una conquista, pero es insuficiente. La organización no coincide con la lógica femenina, por lo que no nos queda más remedio que adaptarnos a un razonamiento masculino que, en ocasiones, daña el nuestro y nos puede hacer sentir incómodas. Las razones internas son más sutiles, pero tan poderosas como las anteriores.